jueves, 21 de abril de 2011

Madrugada de semana santa

Son cerca de la una de la mañana y es oficialmente viernes santo. Ahora la pregunta crucial es y ¿Qué hago en la computadora cuando podría estar juergueando en la playa o por último durmiendo? Lo bueno es que al menos fui a la playa después de tres meses de nieve, lo necesitaba y me bronceé algo porque estaba cansada de las típicas bromas amicales de lo blanca que puedo estar. Aunque no salió mucho sol lo disfruté bastante, me había olvidado de cuánto me gusta la playa por el aire puro y la tranquilidad que no tengo en Lima. Tirarme en el mar y dormir en la arena es como un tratamiento relajante para mi, me siento otra persona cuando estoy en ahi casi como si fuera enteramente libre de todo: rutina, recuerdos duros, verguenzas o lo que sea que cualquier persona normal tiene. Pasando a otro tema, no sé qué demonios haré mañana, es difícil no tener casi nada de plata en semana santa (sí, estoy casi en la quiebra). Por eso he decidido no hacer a big of a deal estas mini vacaciones. Lo único que me salva de la desesperación y el aburrimiento es que el sabado también iré a la playa a disfrutar del último toque de sol que tendré en mucho tiempo y esta vez prometo regresar con un buen bronceado y mucho más relajada. Aún así, entre todo lo que amo de la playa, lo que más detesto es tener que regresar a mi casa, a lo mismo una y otra vez.
Creo que nunca lo mencioné hasta ahora, pero entre todas las cosas buenas y malas que me aportó el viaje a Estados Unidos, la peor es que ya no soportó el hecho de estar en un lugar. Para mi ya no funciona la frase "no hay lugar como el hogar", lo único que quiero es coger mis maletas y mis ahorros y recorrer el mundo. Quiero estar ausente por años, que nadie sepa de mi por mucho tiempo y quiero aventuras. Ya no quiero confort ni quiero algo permanente, solo quiero vivir mi juventud viajando y conociendo. La verdad pienso que solo así podré ganar mucho más mundo que cerrándome en mi pequeña burburja que cada día se hace más pequeña mientras yo me hago más claustrofóbica. Tengo miedo de este sentimiento, es raro que alguien no quiera un hogar ni comodidad, ni algo que lo respalde como estudios o una familia. Es por eso que no lo digo, me siento mal cuando lo hago, siento que soy desagradecida con lo que tengo y no es así. No es que sea desagradecida, agradezco todo lo que mi vida me ha ofrecido, pero a veces creo que es tiempo de hacer mi propia vida lejos de todo y es una corazonada muy fuerte, muy recurrente y probablemente deba hacerle caso.

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