viernes, 19 de julio de 2013

Otro poema de hace varios atardeceres

Soliloquio sobre la monotonía



No hay distinción entre un horizonte
Contaminado por el azufre
Y uno puro,
Teñido de anaranjado.

No existe el silencio estético,
Cargado de significado.
Hay tan sólo la negación del sonido,
Del decir,
De la palabra.


El rocío de las hojas,
El rojo de los labios,
La suavidad de la arena entre los dedos,
El primer resplandor de una mañana de verano,
Todo es subjetivo,
La belleza es absolutamente convencional.


Los sueños son subconscientes,
El amor no es infinito,
El tiempo es volátil,
A veces pausado,
Otras esquivo y frenético.


La muerte y la vida,
Polos opuestos de la “creación divina”,
Son lo único certero.
La humanidad los toma,
Algunos los ignoran,
Algunos los hacen suyos.


Existen quienes imaginan un manantial,
Sobre los cimientos destruidos de una civilización,
Ellos también pintan rosas en el desierto más árido,
Y  componen un Vals con los sonidos intermitentes
De la ciudad.


Todos ellos le temen a lo inevitable,
Al punto final de la imaginación,
A la rigidez,
Al frío,
A la oscuridad,
A ser humanos,
A ser finitos.


Buscan en la vida, entonces
Un sendero de apreciación,
Una paleta de colores,
Un entramado de frases,
Una fuga de imágenes corpóreas,
Danzando en un arrebato de energía.


La fugacidad,
El cambio,
Lo desconocido,
Los lleva a construir un método de supervivencia.


Primeros Auxilios del Artista,
Temeroso por el luto a sí mismo,
Por la monotonía que implica vivir.

No hay comentarios: