domingo, 23 de septiembre de 2012

Domingos

Odio los domingos porque son los días que más extraño Lima. 
Uno no la pasaba bien, pero al menos estaba acompañado. 
El almuerzo con la familia, los paseos al parque con mi mamá, las llamadas de los amigos, las películas de la noche, las lecturas del día siguiente, todo ayudaba a que no lo sintiera tanto. Yo siempre los he odiado, hace mucho expliqué por qué en una entrada, pero ahora los aborrezco aún más.
Lo peor de todo no es la tremenda soledad, ni la angustia de empezar otra semana, es el hecho de recordar esos domingos y saber que nunca más van a volver.Mi vida de antes ya no va a existir, mi casa ya no es más mi casa, mis amigos ya no son más mis amigos, mi ciudad ya no es mía. Soy un ser errante, ajeno a todo. Quiero volver, pero no es una opción. Me quedo aquí hasta el final de la carrera y punto. 
Lo bueno es que sé que sí voy a volver eventualmente, porque yo le creo a César Miró cuando dice: 
"Todos vuelven a la tierra en que nacieron, 
al embrujo incomparable de su sol.
 Todos vuelven al rincón donde vivieron,
Donde acaso floreció más de un amor. 
Bajo el árbol solitario del silencio
Cuántas veces nos ponemos a soñar,
Todos vuelven por la ruta del recuerdo,
Pero el tiempo del amor no vuelve más.
El aire que trae en sus manos,
La flor del pasado, su aroma de ayer,
Nos dice muy quedo al oído
su canto aprendido al atardecer,
Nos dice su voz misteriosa, 
de nardo y de rosa,
de luna y de miel:
Que es santo el amor de la tierra,
que triste es la ausencia que deja el ayer". 

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