lunes, 10 de septiembre de 2012

Mon Pére (Mi padre)


Sobre la tempestad y el crepitante sonido de la vida,
Encontré la calma en tu voz.
Cuando dijiste mi nombre,
Mis ojos vírgenes te miraron,
Mis sollozos efusivos cesaron,
Y comencé a pensar por primera vez.

En tus interminables abrazos descubrí un universo paralelo,
Eras tú el que transformaba la madera en oro,
Tú que tejías relatos maravillosos
Con dos palabras.
Tú, el único.
El Atlas que sostenía mi universo.

Ante nada, y a pesar de todo,
Las raíces se estiraron,
El árbol fue dando frutos que florecían
Aún sin primavera,
Y más bien como producto de otoños febriles,
Porque me hiciste renunciar al sol.

Tal vez en la penumbra de los futuros adioses,
Pensaré en volver a ti,
Como cuando dijiste mi nombre,
Y yo sin siquiera saberlo,
Te reconocí.


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