jueves, 22 de enero de 2009

Conversaciones en el Larcomar

Hoy es uno de esos pocos días en los que uno siente que la vida se convierte en una experiencia genial. Me gustaría comenzar aludiendo a mi queridísima amiga Iyari, con quien salí hoy día y básicamente hablé de todos los tópicos, el amor, los amigos, la sociedad, la gente, los chicos, las chicas, los cafés, Lima, Europa, Miraflores, Surco y de los sueños extraños que te acosan de cuando en cuando.

Pero la conversación que más me capturó de todas fue la que tuvimos sentadas en una banca del Larcomar-antes que un guachiman nos interrumpiera, claro está- que hablaba de los sueños. Me contó uno que me capturó al instante por la belleza de la imagen. Trataba de ella llendo al Kinder con un vestido rojo de lunares blancos y, de pronto, veía un arcoiris que aparecía de la nada absoluta con un montón de roquitas que se movían dispersas como deseando vislumbrar aquel milagro. Lo gracioso de este sueño es el vestido rojo de lunares que llevaba puesto, debido a que sin darse cuenta, ella abrió un día el armario de su mamá y encontró esa misma prenda como salida de su imaginación.

Yo también tuve alguna vez un sueño que recuerdo con mucho regocijo, creo que me siento capaz de compartirlo. Estaba simplemente yo, en una casita de madera rústica y perfecta, un montón de amigos que nunca he visto tocaban la puerta, y yo les abría.
Habían subido por una escalera de rocas y entraron a mi casa con mucha naturalidad, como si hubieran estado ahí antes y yo los hacía pasar a mi cuarto que tenía una ventana y un balconsito. Por la ventana podía ver una selva frondosa, llena de vegetación, árboles, flores, plantas y no sé porqué también animales de todo tipo, y por el balcón podía ver una playa de piedras cuyas olas desembocaban en la orilla de una manera casi poética.

Al despertarme, me di cuenta que esas imágenes maravillosas eran simples recopilaciones de mi inconsciente. Por ejemplo, la selva frondosa era Chanchamayo, el camino que lleva hacia una catarata cuyo nombre no recuerdo, la playa que veía desde el balcón era el balneario de Niza que visité en Francia, los amigos eran personajes de una serie de Boomerang llamada "Blue Water High Escuela de Surf" , y la escalera de rocas era de la entrada de mi antigua casa en Monterrico.
Todas las imágenes juntas hacen para mí el paraíso terrenal, el lugar en el cual deseo ir cuando muera, le he puesto un nombre que es "Poema de flores".

Lo que más une a los seres humanos es la imaginación, que representa el arma más poderosa, puede crear seguridad y a la vez destruirla, puede lograr todo pero también nada, puede volverte loco si te absorve y creativo si la exprimes, básicamente puede lograr lo posible dentro de lo imposible.
Es así como yo creo que cada persona tiene un mundo especial al cual va cuando quiere, dentro de cada alma hay un "Poema de flores" esperando para ser descubierto.

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